¿Qué será de la calle? Reflexiones de la ciudad en cuarentena.
En tan solo algunas semanas, el mundo ha tomado un curso que muchos de nosotros jamás habíamos presenciado. Si bien es cierto que la historia nos había contado algunas batallas anteriores –cómo la fiebre española, el cólera, el ébola, entre otros –el enfrentamiento que tenemos hoy no tiene ningún precedente. Y con él, nuestra relación con la ciudad, los vecindarios, las comunidades y la calle.
Este periodo de aislamiento nos ha dejado un sinfín de preguntas e incertidumbres. Pero una de las preguntas más importantes que deberíamos estar haciéndonos es precisamente ¿cómo volveremos a vivir y habitar las ciudades después de la tempestad? Porque la única verdad irrefutable, es el hecho de que la tempestad pasará… eventualmente. Pero mientras vamos encontrando las respuestas al resto de nuestras interrogantes, la calle va reforzándose en ese anhelo de libertad. Libertad de transitar, de comunicarnos, de llegar con nuestros seres queridos, de volver a consumir sin miedo, de volver a encontrarnos en el exterior… de volver a ser, básicamente, libres.
Algunos expertos acordarían que, como respuesta a la pandemia, muchas ciudades en el mundo, incluida Mexicali, pudieran estar en un punto de inflexión para el diseño y la planeación urbana. Puesto que la relación entre el sector salud y urbano, será más importante que nunca, posiblemente nos estemos encontrando con una oportunidad para afrontar esta crisis desde muchos otros sectores. La clave será pensar cómo vincular varios objetivos en pocas estrategias. ¿Cómo es que el diseño urbano y el acercamiento a la calle podrán ayudarnos a salir adelante de una crisis de salud como la que enfrentamos en la actualidad? ¿Cómo puede una intervención urbana, tener éxito en el fortalecimiento de la ciudad en muchas áreas diferentes?
La colaboración entre la ciudadanía, la arquitectura, la política y la salud, jugará un rol esencial en la recuperación, control y prevención de no solo esta pandemia, sino de todas las crisis que puedan derivarse de ella. Posiblemente la calle completa y todos sus elementos –la banqueta amplia, una franja vegetal abundante, una ciclovía eficiente –nunca habían adquirido tanto significado. Pues dejan de ser de algo “bonito” para la ciudad, para convertirse en algunas de las estrategias necesarias y multifuncionales para vencer esta crisis, así como un derecho irrefutable de la ciudad.
En nuestro contexto, la calle mexicalense antes funcionaba como un intermediario indiferente entre un punto de llegada y salida, priorizando al automóvil. Y particularmente hoy, la calle es más gris que hace unas semanas. Hoy nos otorga una lectura de quién está en necesidad o en la primera línea de batalla. Pues mientras algunos están aislados, quién está afuera, solamente está realizando lo “esencial”. Pero también hoy, la calle nos da una lección sutil de empatía, pues tan solo basta la ausencia de tráfico, o un letrero “cerrado”, o una media sonrisa al otro lado del patio, para recordarnos que todos extrañamos el contacto, la cercanía y la convivencia “allá afuera”.
Sin desmeritar las consecuencias tan serias de esta crisis, también parece ser muy motivador pensar en el legado de aprendizaje que nos dejará. Pues con una mayor población consiente de las ventajas y limitantes que sus hogares, sus vecindarios y sus calles les proveen, tenemos tal vez una pequeña brecha de optimismo al pensar que después de la crisis, la exigencia hacia un diseño “más humano”, sensible e íntimo, aumentará. Posiblemente valoraremos la memoria de la calle con algunos gestos sutiles en nuestra actividad “allá afuera”, algo que no puede ser más que positivo para la recuperación y sustentabilidad de nuestras comunidades.
Uno de los anhelos más grandes como urbanistas, es que nuestras calles y nuestros espacios públicos sean diseñados y planeados como espacios compartidos y solidarios. Que el diseño otorgue máxima prioridad a la naturaleza, y que el derecho a respirar aire fresco y a conectarnos con nuestra comunidad sea el objetivo principal de absolutamente todo lo que implementemos en el futuro. Tal vez el exigir una banqueta amplia y con bastante vegetación, ya no nos parecerá tan descabellado ¿no?
¿Será que la calle por fin se convertirá en la bandera blanca de esta crisis? ¿Será que por fin entenderemos que el diseño y la planificación de la ciudad, debería ir de la mano con la parte más íntima y personal de nuestras comunidades? ¿Será que por fin añoraremos tanto el estar afuera, que le pediremos a la calle nos cuente las historias de batalla? ¿Será que la calle se convertirá en el testigo innegable de cómo salimos adelante? Fortalecer la resiliencia a través de la calle podrá ser una de las oportunidades más grandes que tenemos en nuestras manos.
Todo el planeta está cambiando, y nosotros junto con él. Así que abracemos ese cambio, con el mismo anhelo que tenemos de abrazar a nuestros seres queridos, y aprovechémoslo para hacer de este un lugar mejor.
Texto: Daniela Abril / colaboradora LABiCi
Foto: Santiago Arau